martes, septiembre 13, 2005

DE VUELTA AL PAGO

El desarraigo me doblega.
Estoy en mi país, en mi barrio y con mi vieja, pero sintiéndome una perfecta extraña.
Cuando empezaron las persecutas a principios de la década del 90, ví como una salida el irme, aunque no muy lejos para no perder el vínculo.
En el 94 pasé 6 meses fuera tratando de acostumbrar mi hija a una lengua diferente y en el 96 arranque definitivamente?, llevandome tambien a la mayor.
Para atrás quedaron las presiones, amenazas, juicios, incendios y el desinterés de los otros por lo que me afectaba (segun ellos) solamente a mi.
Al principio me sentí en el paraíso. Conseguí sobrevivir económicamente, me casé, reconstruí mi casa y comenzé a hacer los trámites para radicarme.
Ahí, en la cresta de la ola, mi marido se fué con otra, me sacó la fuente de renda, la permanencia, e inventó una denuncia para que me echen del país.
Ser honesta y leal me rindió ese fruto, pero lo peor fué ver el sueño de la estabilidad venirse abajo.
Los siguientes años fueron de hambre, humillaciones, segregación, soledad, favela y hasta cárceles.
Cuando estaba tratando de olvidar, rodeándome de mi familia, plantas y animales que simbolizaban el entorno equilibrado, otra vez me llegó un “tsunami”
Y aquí estoy, para variar tratando de que los polìticos que deben representarnos y los abogados que deben defendernos, cumplan con sus respectivos juramentos, mientras yo hago el trabajo sucio de correr atrás de papeles, notas, pruebas y cabinas de internet donde trato de organizar , desde cómo llevar ese infierno adelante a encontrar la manera de en el interín no morir de hambre.
Mientras, en un lugar perdido de Sudakamerica, 8 perros, 7 gatos y miles de plantas, agonizan esperando…

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