lunes, septiembre 27, 2010

india celta (cuento para concurso)

Mi papá admiraba a mi tío Crisanto, no tanto por ser el mayor, sino por la personalidad avasallante que este tenía, y que lo hacia un poco pendenciero, pero indiscutible líder de los amigos.
Pero cuidaba celosamente de Eduardo, su hermanito menor, endeble de físico, no sé si por la responsabilidad que su madre le habrá inculcado, o por simple afecto, o por querer tener ese incondicional seguidor que no disimulaba su cariño, e influenciado en sus mínimos actos.
Y fue entonces, que aquel día, caminando por una carretera, no sé si de tierra o asfaltada, se cruzaron con la siesta de una ñacanina, serpiente enorme pero que, normalmente, no es agresiva, solo que tuvo la desgracia de dormirse al paso de esta banda de chicuelos.
Uno tomó una piedra y se la arrojó; al instante la bicha tomó postura de defensa.
Las risotadas y empujones eran espectaculares, queriendo todos, - como rito de iniciación -, demostrar su gran valentía, haciendo volar los guijarros, pequeñitos al principio.
Cada vez la ñacanina, cambiaba de posición, encarando al agresor.
Pero hubo uno entre ellos, que arrojó una piedra mayor, o tal vez pegó en el ojo de la serpiente, y esta enfurecida, comenzó a perseguirlo.
Sin para de reír, todos corrieron por la carretera, sin conseguir cansar al enojado ofidio.
Entonces mi papá, que era flaco pero ágil, se apartó del camino para buscar otra piedra, rama o fruta, que le arrojó al iracundo bicho para detenerlo o distraerlo.
Pero he aquí que ella giró sobre sus anillos, y comenzó a perseguirlo, disparando éste como le daban sus piernas para el lado opuesto.
Primero fueron las carcajadas, pero después, Crisanto, preocupado, pensó en la seguridad de su hermanito, y reaccionando, corrió atrás de ellos, y en algún momento, encontró otro objeto para lanzarle al animalito, lo que hizo que nuevamente girara, para esta vez perseguirlo a él.
Dios cuidó de estos niños: el bicho de sangre fría, levantó temperatura en la carrera, y después de varias idas y venidas, cansada se refugió en la selva, y mi padre y su hermano, agotados pero jocosos, partieron a contar sus hazañas a su madre y hermanas, preparándose para nuevas aventuras que les depararía el día siguiente.

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